El paisaje agrario tradicional de las islas de Ibiza y Formentera, situadas en el occidente del archipiélago Balear, tiene su origen en la conquista catalana de las pitiusas durante el siglo XIII. Siguiendo un patrón de asentamiento basado en la dispersión e inexistencia de núcleos de población en el ámbito rural, los repobladores catalanes fundamentaron su supervivencia en una agricultura mayoritariamente de secano y básicamente de subsistencia. Los ritmos estacionales marcaron los procesos de trabajo y, en torno a ellos, el hombre recreó el paisaje natural, integrando en él su espacio agrario.